King Tiger WSS

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viernes, 8 de julio de 2011

El Comandante Panzer Venezolano: Dieter Pfiefer

Esta es una transcripción de una entrevista realizada al Sr. Pfiefer por Clemente Balladares.

Dieter Pfeifer (28 feb. 1923 - 1 julio 2010)
Nació en Ciudad Bolívar, comandante de tanques alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, murió en Valencia a los 87 años.


Dieter Pfiefer
Sentado una fresca mañana de febrero en una silla de exterior, mirando más al pasado de sus 84 años que al verde de su bien cuidado jardín de casa en Valencia. Esa fue la impresión que me dio cuando lo conocí junto a otros de sus familiares que hablaban de el con gran orgullo.

Siempre decía: "sin grabadoras, ni video, por favor." Aunque sí accedía a contar lo que recordaba en flashes y ante preguntas concretas. Me gane su confianza hasta lograr algunas fotos y ver su partida de nacimiento como guayanés, más otras fotos de época. Compartimos varios almuerzos, su bien cuidado vivero, y las historias que contaba espontáneamente entre alegrías y emoción al límite del dolor vivido.

"Era una fría madrugada a las 3:45 del viernes primero de septiembre de 1939 en Varsovia. A mis 16 años, conducía el primer tanque de la columna invasora alemana. El inicio de la Segunda Guerra Mundial tronaba en los alrededores. Y me decía a mi mismo, Dieter, estas en combate. Disparos, explosiones, gritos y paredes que caen ante nuestra arremetida. Sin aviso, una bala polaca penetró el delgado blindaje cerca de mi puesto, rozándome la pantorrilla derecha. Allí sentí un intenso calor y la sangre brotó, claro que me dolía pero no era grave, me quedó una marca como mi primera herida de por vida."
¡Acá la puedes ver! Y se dobla hacia arriba la bota del pantalón derecho. En su muy blanca piel se nota una gran cicatriz color rozado.

"Manejaba el segundo modelo de Panzer con tres puestos, esos primeros tanques solo tenían un cañón de 20mm para responder el ataque. Me conformé con sacar el “carro” de la probable línea de fuego para continuar el avance, mientras tanto mis otros compañeros devolvían el fuego para proteger en lo que podíamos a los soldados de la Wermacht que fuera del tanque sofocaban rápidamente a los polacos." 
Dieter Pfiefer

Dieter había nacido en Ciudad Bolívar un 28 de febrero, de padre y madre alemanes. Su abuelo materno fue un General en la Gran Guerra que había emigrado a Venezuela antes que su hija naciera. Junto a sus otros dos hermanos menores, a Dieter solo le interesaba corretear por las riberas del Orinoco y tenían fama de ser más tremendos que los criollos. Por su aspecto europeo y el lugar que frecuentaban, les decían “los cosacos del peladero.” 

Para educar y tratar de domeñar a sus tres hijos, el viejo Pfeifer contrata a una institutriz alemana. Sin embargo los “cosacos” no asistían a sus clases y se escapaban de la señora. Ni siquiera aprendieron su lengua paterna, todo el tiempo hablaban castellano con los modismos guayaneses de su época. 

De niño, la mayor curiosidad de Dieter era un enorme caimán que merodeaba las riberas cercanas al cual llamaban “el comisario”. El reptil se hallaba cebado por los restos que descartaban los pescadores. En una ocasión su presa fue una mujer lavandera. En la orilla quedó la mitad del cadáver sin consumir para los ojos de los niños que avisaron del horrible evento. Los baños en el río se acabarían, no así las correrías.

Cansado de las indisciplinas de sus hijos, el padre los envía a un internado en Alemania en 1933. El cambio fue radical, del campo tropical sin mucha ley a ciudades ordenadas bajo una rígida disciplina en un naciente régimen fascista. 

A principios de 1939, el gobierno del tercer Reich le reclama al internado acerca del status de doble ciudadanía de los hermanos Pfeifer. Particularmente al estado alemán le interesa saber con cuantos soldados dispone ya que se prepara para una guerra. La solución ofrecida a pesar de no ser mayor de edad es prestar el servicio militar. A él le parece estupendo...La decisión le costaría seis largos años de combate.

Dieter escogió para servir las divisiones de tanques del ejército alemán. Luego de menos de un año de entrenamiento como tanquista aprendió a conducir los Panzers. Los primeros modelos de blindados usados por él eran básicamente un carro poco protegido que servia para explorar la zona de combate, el mismo no soportaba grandes batallas; claro, se percató de esto esa madrugada en Varsovia. En menos de un mes la mitad de Polonia era de Hitler, la otra de Stalin.
Dieter Pfiefer

De regreso en Alemania pasó el otoño e invierno siguiente en paz donde mostraba con orgullo adolescente su primera herida de guerra. La marca producto de la primera acción le granjeó el ascenso a comandante de un mejor blindado, el Panzer III. Ya no conducía, ni tampoco operaba el cañón de 37mm, dirigía un tanque y sus cinco tripulantes. El elegante uniforme era todo de negro. En cada solapa de su chaqueta destacaba una plateada calavera con los huesos cruzados y en el kepí una diminuta cucarda con el tricolor alemán coronado por una esvástica sostenida por un águila. 

Según los planes del alto canciller, en la primavera de 1940, le toco el turno a Francia. Como parte de una invasión de tres mil tanques, cruzó en tres días con poca oposición las fronteras de Bélgica y Holanda llevando extendida en la parte trasera de su Panzer una bandera roja, de gran circulo blanco y la cruz gamada en negro. El estandarte horizontal no era mera propaganda nazi, había que avisar a la fuerza aérea alemana que esos blindados eran de los suyos. 

Al llegar al Sedan el 12 de mayo los franceses acompañados de sus aliados británicos intentaron detener el avance alemán. A pesar de la defensa, los tanques pasaron el río Meuse dos días después. Los holandeses cayeron al igual que los franceses dando paso libre hasta Paris. La persecución de los derrotados era hacia las playas de Dunkerke y el paso de Calais. 

Mientras la Luftwaffe hostigaba desde el aire la retirada aliada, a la infantería y a los tanques se les ordenó reorganizarse; esto fue aprovechado por Gran Bretaña para evacuar sus tropas en el famoso Dunkerke.

Casi 900 embarcaciones inglesas acudieron al llamado y rescataron a 340 mil aliados a finales de mayo. Los alemanes comenzaron a llegar mientras los barcos todavía evacuaban a comienzos de junio. En su Panzer, Dieter intento probar puntería y le indicó al artillero el ángulo de disparo contra una barcaza que consideraba estaba a tiro. Fue su primer blanco directo. Esa tarde, a sus 17 años celebró la victoria con el vino confiscado a los franceses junto a sus cuatro compañeros. No le preocupaba mucho a quienes había destruido. 

Lleno de euforia regresó a descansar por segunda y última vez durante la guerra, no vería otro momento de solaz hasta la rendición incondicional del tercer Reich.

"¡Imagínate que lucharíamos contra los ingleses en el desierto de África del norte a comienzos de 1941!" Dice con un tono algo irónico. "Es increíble, los médicos militares alemanes explican que yo no estaba apto para el trópico. Dieter les replicaba: Pero, si yo nací en Venezuela!"

No solo fue el desatino médico, llegaron largas horas de reentrenamiento para el que se esperaba sería un adversario mayor, y en igual medida charlas ideológicas acerca de la supremacía germánica sobre el nuevo enemigo eslavo.

Nada que ver, me enviarían a invadir la Unión Soviética durante Junio en la Operación Barbarossa.

En esta ocasión casi 4 mil tanques atravesaron Polonia solo que más al Este, las defensas rusas del lado oriental caían con más facilidad que en las dos campañas anteriores y el rápido avance por las infinitas llanuras rusas pobladas con alfombras de girasoles de más de dos metros de alto daban placer a la vista del joven comandante. 

Para septiembre casi un millón de soviéticos se había rendido a los alemanes. En noviembre estaban cerca de Moscú. Los largos rastros de los tanques sobre las primeras nevadas eran una constante por donde pasaban en el paisaje de ese gélido invierno. El 21 de ese mes su tanque y dos mas acababan de pasar un puente cuando detrás de ellos los rusos volaron las bases colapsando la estructura. Estaban solos los tres Panzers a las puertas de la capital. Pfeifer rápidamente ordeno colocarse popa contra popa y los cañones apuntando al exterior de ese pequeño círculo defensivo, así pasaron las horas sin que nadie los enfrentara.

Antes que oscureciera y mientras la temperatura descendía de 9 a 42 grados bajo cero, se colocó su blanco abrigo invernal y salto fuera del blindado. Al caer sobre la nieve, hundió todo su escaso metro y medio de humanidad. Las risas de los otros tripulantes no se hicieron esperar, lo bautizaron “Stepke”, un modismo alemán para la palabra “pequeño”.

Entrada la gélida noche y sin producirse ningún combate apareció una pequeña comitiva soviética que se aproximó a ellos ondeando la tradicional bandera de tregua, con mucha precaución y hablando a distancia los dos idiomas enfrentados pidieron por mantas o combustible para generar calor.
No recuerdo bien como salimos de las afueras de Moscú a reunirnos con nuestra división, pero hasta allí fue lo máximo que llegamos. Los soviéticos tomaron fuerza durante la navidad y allí comenzó nuestra larga retirada de tres años.

La retirada no era una estampida, los alemanes escasos de suministros, lograron mantener algunas posiciones, sin embargo el retorno hacia el oeste era notable. Grandes masas de rusos los atacaban y en similar medida aparecieron los famosos tanques soviéticos T34 que a pesar de su fragilidad ante los panzers, si lograban acercarse a menos de 500 metros podían destruir hasta el modelo IV de los germánicos. El 28 de diciembre su 11ava División llamada “Fantasma” destruyó por completo el 24avo cuerpo de tanques soviético. 
Dieter Pfiefer

No solo era el frío, hasta la comida escaseaba. "En una villa robamos unas gallinas y las colocamos amarradas en la parte exterior atrás del tanque. Al retirarnos y entrar al Panzer para calentarnos alguien nos lanzo una granada, la misma no afecto en nada a nuestro blindado, al rato sintiéndonos mas seguros y con hambre fuimos a rescatar a las aves…no quedaban sino plumas chamuscadas, allí cayó la granada. Pasamos mas hambre pero nos reímos…"

Entrada la primavera de 1942, la nieve se volvió barro y solo hasta el verano el pantano comenzó a secarse. También llegaron algunos suministros y nuevos tanques del modelo IV que a pesar de ser más lentos usaban un cañón de 75mm. 

"Ya había destruido unos cuantos T34s, cuando una tarde me emboscaron cinco de esos blindados soviéticos. Cerré la escotilla y le indique al conductor que diera marcha atrás a unos matorrales, el hombre estaba muy nervioso y me incline de mi posición superior para darle un cigarro a manera de relajarlo. Inmediatamente sentí la explosión sobre mi espalda, me quede sordo y aturdido. Luego sentí ese calor intenso que ardía en mi espalda con más de diez humeantes pedazos de metal incrustados en mi piel. Tampoco recuerdo como me sacaron, pero el artillero estaba partido a la mitad como la lavandera de mi infancia comida por el caimán y otro de mis tripulantes estaba tan herido como yo. Había sangre por todo el interior del Panzer. Nunca había visto tan cerca la muerte."
Dieter Pfiefer

"El 20 de abril estaba en un hospital lejos del frente, acostado boca abajo al lado de otro comandante de tanques a quien le había pasado lo mismo que a mí."

"Esa noche era la celebración del cumpleaños del Führer. Los doctores y enfermeras salieron a celebrar dejando para nosotros una botella de champaña pero en su premura todas las luces de la sala quedaron encendidas. Mi compañero tenía una pistola Luger y luego de tomarnos la botella, el disparo contra las luces para un merecido sueño."

Al sanar sus heridas le fue otorgada la Cruz de Hierro y la Medalla del Frente Oriental. En alusión a los fríos inviernos rusos a esta última condecoración la llamaban “orden de la carne congelada”. 

Transcurrió otro año logrando destruir más blindados enemigos, la superioridad del Panzer IV les permitía disparar a más de 1500 metros y dejar fuera de combate a los T34. Hasta llegó a usar su cañón para destruir un lento avión con el cual un desafiante General soviético los sobrevolaba frecuentemente.

"Apuntamos nuestro tanque en la ruta de ascenso de la aeronave y disparamos. Sí cuando le dábamos de lleno a un T34 este generalmente saltaba la torreta y se incendiaba lentamente, con el avión solo pedacitos quedaron ¡Celebramos con vodka!"

Ese invierno no fue tan malo para los combatientes alemanes, ya que se estaban habituando al invierno ruso. Luego entró la primavera de 1943 y cerca del verano de 1943, con el más rápido y poderoso Panther recorría las llanuras ucranianas. En julio de ese año participó en la batalla de tanques más grande de toda la historia: Kursk.

En esas planicies chocaron 1,400 tanques alemanes contra 3,800 soviéticos. A pesar de la supremacía técnica germánica, el combate se hizo casi a quemarropa saliendo los rusos con ventaja. El comandante de la división de Pfeifer, llamado Karl Sivers, logró destruir varios T34s en Tomarovka, pero su mayor merito fue sacar con vida y casi intacto a todo su grupo. Dieter cuenta que para salir apresuradamente y combatir durante día y noche los médicos les inyectaban algo que no les dejaba dormir. Esta táctica de supervivencia unida a la prudencia de Sievers fue aprendida por el venezolano. Al contrario, las divisiones mas fanatizadas del reich se creían invencibles y aunque lograban mayores victorias se exponían a la muerte más fácilmente. 
Dieter Pfiefer

"A la mayoría de esos indoctrinados de las SS y otras unidades politizadas al extremo los vi morir por decenas."

A finales de 1943 cruzó de regreso a Alemania el congelado río Dnieper, saliendo de Ucrania a comienzos del año siguiente. Entrando al sur de Europa oriental logró mantener casi intacto su grupo cuando en marzo de 1944 un bombardeo aéreo sobre sus tanques dio cuenta de su admirado Mayor Karl von Sivers. El salió ligeramente herido pero el golpe supremo era la perdida del mentor… Es un episodio del que nunca pudo hablarme en detalle sin quedarse en silencio, enrojecer su piel y humedecerse sus ojos. 

En junio de 1944 logró llegar a territorio seguro, los aliados habían desembarcado en Normandia y su unidad, aún sin descanso, fue enviada a pelear en ese región de Francia, allí logró su última victoria contra un tanque Sherman norteamericano. Se fueron en retirada hasta Alsacia hacía finales de año y en el último invierno de la guerra estuvo en las Ardenas.

El 28 de febrero de 1945 recibió la orden de destruir los puentes de Coblenza. El alcalde del pueblo se acercó a la unidad de Pfeifer y le comunico que a pesar de que ellos eran militares, el era la autoridad en la zona para permitir esa destrucción. "¡Los americanos se acercaban!" le indico Dieter al alcalde y debían cortarles el camino. La autoridad entendió las razones pero exigió los documentos del comandante, al ver la fecha le dijo: "Pero usted esta de cumpleaños." Lo invitó a un brindis, a lo que Pfeifer se negó amablemente mostrando su tanque lleno de vinos. Sin embargo, el alcalde ofreció la irresistible bebida local “champaña en durazno”, la bebida se subió a la cabeza de todos los celebrantes y la misión quedó rezagada para el día siguiente.

Esa mañana un escuadrón de cazabombarderos americanos arrasó con todos los blindados dejando todos los puentes intactos. El Sr. Dieter decía que Coblenza le debe a él sus viejos puentes por su 22 cumpleaños.

Se entregaron a Patton en abril, la petición de no ser llevado con los rusos fue cumplida por el general. Pero ese consuelo les fue de poco al ver como las alemanas se entregaban a los norteamericanos por una barra de chocolate o a veces nada, incluso no había donde dormir ya que los propios alemanes no les dejaban entrar en sus casas a pasar las aún frías noches de la primavera de ese año de la derrota del tercer Reich… "para eso peleamos tanto” pensaban los vencidos.

Un asistente de Patton fue uno de los soldados que lo ayudó a enviar una carta a sus padres en Venezuela.

"Mi primer amor en esos años de la guerra murió en los bombardeos aliados de Hamburgo, eso me partió el corazón. Sin embargo unos meses al terminar la guerra conocí a mi actual esposa, Eleonore, que también era medio venezolana. Junto a la familia de ella decidimos volver a donde nacimos, donde mis padres me esperaban. Rehice mi vida trabajando mucho y luego comencé a sembrar plantas ornamentales para hacer un buen vivero, ese negocio prosperó hasta hoy. Aparte de las plantas me divertía en la costa oeste de Venezuela, hasta tanto transmití ese amor por los mares que otro de mis cuatro hijos se hizo un excelente buzo comercial. El gobierno alemán jamás me pensionó a pesar de algunos contactos que hicimos. Sobreviví a la muerte por cancer de mi hijo mayor quien tenía mis condecoraciones de guerra. No hablé mas nunca de lo que viví en la Segunda Guerra Mundial hasta que cumplí 82 cuando regresaron aquellos recuerdos y la gente volvió a preguntar."

Hay secretos, muchos más detalles y dolores que se quedaron en ese otro venezolano combatiente de las guerras ajenas a esta nación durante el siglo XX. Dieter Pfeifer era un hombre de baja estatura, muy amistoso, quien llevaba en su cuerpo más de una docena de heridas en batallas reales. No solo tenía cicatrices que ocultaba su ropa, también creo me escondía las historias mas vergonzosas: otras muertes mas horrendas, pánico durante el combate, quemar las villas de personas quienes solo vivían por donde pasó la vorágine, creerse mejor que su enemigo, el temor de persecución por aquellos a quienes dañó, el nieto que preguntaba: "Abuelo ¿a cuantos mataste en la guerra?" La herida que deja mayor dolor en el tiempo no es aquella marcada en la piel; es haber visto el fuego, la sangre, oler la carne quemada y la destrucción a tu alrededor. Al menos murió en paz...creo eso firmemente.

Por Clemente Balladares C.

http://www.war2hobby.cl/reportajes.php/id/110

2 comentarios:

  1. guao que increible excelente trabajo periodistico, no saber que esta clases de venezolano vivieron y fueron protagonista de primera en la segunda guerra mundial

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  2. Sugiero un libro con los testimonios de este y otros combatientes de diferentes ejércitos que combatieron en la 2da Guerra Mundial y aún viven en Venezuela. Tengo contacto con dos alemanes. Mi email es benjamin.banana@gmail.com...excelente trabajo Clemente!
    Benjamin Brandwijk Nodellijk

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